Existe.
Los viacrucis entre ventanitas para coleccionar sellos, las tortas en el escritorio, los licenciados con tercero de primaria, la grilla mordaz entre medios pelos venidos a más... todo existe. No son leyendas urbanas. Pululan entre nosotros, como marcianos de Maussan.
Por mi parte, estimad@s lectores(as), recién desempaqué mi vida burócrata. Mote de "Licenciado" incluído.
Las circunstancias, el espíritu aventurero -¿qué mayor aventura que adentrarse en las entrañas del servicio público?- y una cuantiosa quincena -ja- me han llevado hasta estos extremos de la autoflagelación. Y adicionalmente, corro esta aventura fuera de mis terrenos.
Confieso que siempre fui de aquellos que consideraban que más allá de Cuautitlán, todo era un perpetuo terreno desolado, y que justo detrás del Aeropuerto, hay un abismo que lotifica el fin del mundo. Expresiones como "Presidente municipal" o "Ayuntamiento" me eran tan ajenas como "lobreguez" o "paralelismo": sé que existen, sé lo que significan, pero jamás creí pronunciarlas.
Ahora, heme aquí, perdido entre tramitología, problemas irresolubles sino por la buena fe del licenciado, sellos de recibido, migajas, huesos, partidos, huesos partidos, carnes de cañón, café de las diez, arrastre de lápiz, y un etcétera que se alarga de nueve a tres y de seis a nueve...
Pero... será que me está gustando?
La burocracia, me dijo alguien que conozco, es un placer culpable. La parte difícil de quitarnos la capita de culpa que nos cubre cuando sabemos que no somos lo que deberíamos querer ser, es el inicio: ese momento en que alguien más te dice: deberías sentirte mal por eso. Mágicamente, ese sólo momento de complicidad nos regala la absolución que mil disculpas no pueden.
Malavidosos, diría mi abuela)
Sí: es divertido ser el licenciado. Es divertido ser un pedacito del organigrama, tener un nombramiento, y jugar a que sabemos lo que estamos haciendo.
Ahora, que si algun@ de ustedes nota que mis aspiraciones atascan llanta, sépanse que sabré agradecer su gentil y bien intencionado cianuro en la coca vespertina.
Por lo pronto, y siendo las cuatro de la mañana del domingo, propongo un brindis descafeinado -yiak-, y la exquisitez de una torta sobre el escritorio mientras en algún lugar del mundo, alguien hace fila para ser atendido.
-LuMmo.
PD. "Mire, es que necesito su CURP, su credencial de elector, su certificado de defunción, del estado de cuenta de su tarjeta de crédito, seis fotos panorámicas de las Cataratas del Niágara, una carta recomendación de Julio Verne, sellada por Procter & Gamble; todo en original y dos copias..."