28.1.08

Del anecdotario IV.


- ¿Me amas?

- (No) ¿Mande?

- Que me encantas.

- Ah... Y tú a mí.

(Sonrisas)

Diez minutos después, y sin la más leve sospecha de la revolución que mi mal oído había causado (o mi traidor inconsciente, who knows?) gritó desde la regadera, invitándome a comenzar de nuevo...

23.1.08

De la noche del 22 de enero.

La noche comenzó en forma de sonrisa. La sonrisa en la almohada contigüa que les había pedido a los tres encapuchados del otro día; más inocente de lo que hubiera querido, pero ahí está. Cuando nos despedimos, la sonrisa seguía ahí, y seguirá mientras no note mis ojeras, o mientras yo no muestre la dentadura. De eso estoy crudamente seguro. Las ojeras y los colmillos son cosas que (lo digo no sin vergüenza) ahuyentan a ciertos tipos de sonrisas.


Cuando regresé a casa, más caído en el cinismo y la autocomplacencia (más repuesto), me encontré a Don Segismundo, el de los libros, comiendo mandarinas en la entrada de su casa. Estuvimos platicando de nuevo. Hacía mucho que no lo hacíamos. Entre muchas otras cosas, sigue necio con la idea de que me vaya a vivir lejos. Dice que eso hacen los adultos, se van a vivir lejos cuando hay oportunidades, y yo le digo que no, que eso de emigrar a tierras más prósperas lo hacen los patos.


Platicamos mucho tiempo. Horas. Él defendía sus puntos y yo me olvidaba de la eminencia que es, y lo mandaba al demonio. Al final nos cansamos, cambiamos de tema, y como lo aburrí se fue a la cama.


Aunque no cedí un centímetro (y me enorgullece decirlo; no es fácil ganarle) hay que concederle razón a don Segismundo. El mundo se me está haciendo chiquito, y si me descuido va a acabar por ceñírseme al cuello en forma de corbata (líbreme dios!). Por lo pronto ya huelo a tinta, pero eso no es tan malo. Después de todo, llevo mucho tiempo oliendo a tinta. Más del que quisiera recordar.


Por lo demás, anoche soñé por primera vez en mucho tiempo. No fue un mal sueño, sólo uno desconcertante. Se supone que debería haber dejado de soñar contigo desde hace mucho, no? Soñé contigo, te decía en el mensaje y en la línea anterior. Contigo y con todas las D's que te rodean. Y digo todas: La que te acompaña, la que te enseña, las que te dieron vida (aunque una de ellas no sea D, y más bien duplique nombre con mi madre), las que comparten sangre y apellido contigo. Todas. Hasta las que no quisiera conocer, estaban en el sueño. Y a mí sólo me acompañaba mi hermano. Pasábamos Navidad en tu casa (extrañísimo, por obvias razones). Tu papá, un caballero. Pero en serio, un tipazo. Me cayó bien en mi sueño; en la vida debe ser eso mismo, pero potenciado. Repito: se supone que debería de haber dejado de soñarte hace mucho.


El problema de ser hijo ilegítimo de Sabina es que uno se cree sus canciones. Los 19 días ya pasaron, y el saldo fue blanco, pero andaremos rozando las 100 noches de 500 que adeudo. Que duro. El reloj marca las 5:14 de la madrugada, y ya es habitual que a estas horas siga despierto (menuda herencia dejaste; me encanta).


Más o menos a las 7 (¿cómo puede ser que la misma estúpida manecilla haga tan buen papel de verduga como de redentora?) la noche del 22 de enero se acabó. Quiero decir, para mí. No fue un mal día, y me atrevería a decir que tampoco fue mala noche; después de todo, este asunto de la indefinición no es tan molesto cuando uno sabe caminar por la orilla de su propia vida.



-LuMmo.

De la honestidad.


Te extraño.

Mucho.

-CG-

-LuMm(i)o.


PD. Anoche te soñé. Prometo contarte el sueño en cuanto pueda.

19.1.08

Del Niño Karate.

Hará algunos años, mientras zappeaba la tele cualquier madrugada, me topé con una película en la que Ralph Macchio (el Karate Kid) se metía en otra bronca. Acá no tenía que madrearse a los Cobra Kai (esas son minucias), sino que se hallaba en un lío gordo de a deveras. El equivalente ante el señor Miyagi hubiera sido que se hubiera puesto a las patadas con Bruce Lee: se le ocurrió la gracia de aventarse un duelo de guitarra contra el guitarrista del mero señor de las tenebras. El virtuoso (cabe la expresión?) elegido no era otro que el mismísimo Steve Vai (al que pueden ver tocando guitarras de tres brazos, o una guitara de dos brazos, uno para cada mano de Vai, etc.), en sus años mozos.

Acá les dejo el duelo final de la película. Una joya:




-LuMmo.

PD. Y esta entrada? qué tiene que ver con cualquier cosa?
La explicación es sencilla: el video está chido.
PD. 2. Ah, sí: el nombre de la película: Crossroads. En español, La Encrucijada.
(Y si tienen la referencia, ahórrense el comentario: No, no es la de Britney)

12.1.08

De Usted.

Los usos y las costumbres del lugar en que vivo dictan que el 'Usted' interpone una barrera infranqueable, absoluta y consensada entre dos que se comunican. Dicen también que tal muro sólo cae cuando se "rompe el hielo, el 'turrón' (palabreta por demás incómoda) o simplemente nace el 'tuteo'".

Déjeme le platico algo: en las entrañas de mi neurosis, algo muy distinto sucede: el 'tú' me es impersonal, simplón, ordinario. Eso: ordinario. El 'usted', en cambio, es el pie que apoyo en terreno desconocido y, a su vez, un camino de migas de pan que dejo para quien quiera caerle a la casita de caramelo, con los riesgos y las promesas que eso supone.

Las pocas personas que han entedido el juego, han entrado a la casita y hasta le han puesto cortinas, generalmente son las que se quedan en mi vida como cófrades y/o cómplices.

Hoy le hablo a Usted. "La Usted".

"Yo creo que te va a caer bien.- me dijeron-. Le gusta leer, y la trova y esas cosas que te gustan a ti; y sabe un chingo de idiomas, inglés, portugués, francés y no sé cuantos más..."
Allí mismo decidí no tutearla. Pintaba perfecto para cómplice, y un tuteo habría de volverla, simplemente, alguien que sabe un chingo de idiomas y que le gusta leer y la trova y esas cosas.

Entonces nos encontramos. Temas elevados, libros y autores que jamás en mi pinchurrienta vida habría escuchado nombrar. Para impresionar (sí, lo confieso) llegué a hacer alguna investigacioncita (o quince, no recuerdo) express en internet. Música, filosofía, literatura. Por supuesto, en ninguno de los casos soy rival, así que desistí de la idea de competir mucho antes del banderazo de salida, y caímos al siguiente nivel.

Información personal básica. Dónde vives, qué haces, cómo, cuando, dónde, por y para qué. Qué te gusta, qué no, cuando, cómo y dónde... y luego, un chispazo más, la frase que sirvió como membrete de nuestros cada vez menos fugaces encuentros: "como aquel capítulo de los Simpson en el que..."

Dentro de su genuina estupidez (Puerco araña, puerco araña...) los chispazos de genialidad de Homero llegan a ser épicos: "Lisa, si algún día el mundo se pone contra mí, quiero que estés de mi lado".

Así hoy. Cómplice de un crimen perfecto que cualquier día de estos cometo; fan declarada de éste, su fan; atino en el desconcierto; historia eterna de un tórax adolorido; lascivia en dosis controladas; belly dancer favorita, confesora y confetriz; mala, mañosa y buena consejera: gracias.

- LuMmo

PD. Y esto, por supuesto, no la exime de ninguna obligación contraída. No importan los pretextos.

8.1.08

De las primeras impresiones.

Ven.

- LuMmo.

PD. "y h.d.t."
PD2. En "¿Qué vas a hacer con eso?" te faltó la "a".

5.1.08

Queridos Reyes Magos:

Supongo que les parecerá raro recibir una carta mía; después de todo, hacía ya varios años que no figuraban entre mi mitología (les confieso), razón por la que los saqué también de mis contactos personales.

El motivo de que ahora me animara a escribirles es sencillo: sucede que estas fiestas las pasé rodeado de niños y niñas que, a fuerza de axiomas y silogismos del tipo "Si-entonces" y de toda una serie de pruebas a todas luces irrefutables, han dado al traste con mi escepticismo insostenible y mi absurda madurez.

Permítanme, antes que algo más suceda, preguntarles cómo han estado. Llevo años sin recibir noticias suyas, a no ser que participan en campañas televisivas de mueblerías y que en sus ratos libres se toman fotos en las plazas comerciales y en la Alameda. Me enteré también de la carta indignada que les escribiera un niño, y que ha circulado en varias versiones por todos lados, hasta convertirse en una divertida canción de Frank Delgado. Sobra decir que yo estoy de su lado (del de ustedes), aunque hay que concederle cierta razón al enojo del niño.

Yo, dejenme platicarles, ando medio raro. Ya saben, cosas de chiquillos de 26. Por un lado, andaba metido de burócrata y ahora estoy desempleado y con miras a dos o tres alternativas aún neblinosas; por el otro, se habrán enterado de lo que sucedió hace unos meses con mi marea personal, no? bajó abruptamente porque ya no tuvo quién le atrajera hacia sí. Además del asunto de la salud, siempre tan delicado y engorroso.

Todo eso es lo que ahora me lleva a enlistarles (no creerían que en esta carta no incluiría mi lista de regalos, o sí?) algunas alternativas que serían bien recibidas en el zapato que ya mismo, en cuanto termine de redactar esto, coloco debajo del árbol.


- Una lámpara maravillosa.

- Una cajita de dogmas autoadheribles.

- Una sonrisa en la almohada contigüa.

- Boletos para el circo.

- Alas para zapatos. Del 29 y medio o 30, gracias.

- Un curandero de ojos amarillos.

- Una botellita de locura, de esas que traen rociador, como los perfumes.

- Un "(hola...)" para mi habitación.

- Paz mundial (sé que esto es un lugar común, pero no me culpen por intentarlo).

- Un cartón de certezas. No importa que no las envuelvan.

- La extinción total de las hormigas.

Y creo que sería todo.

Cuando yo era niño, no estilábamos amarrar la carta a un globo y dejarla ir. Eso es una moda más bien nueva, así que, conservando las tradiciones, les dejo ésta debajo del árbol, enrollada y dentro de un zapato bien boleado y reluciente. Perdonen que no les haga dibujo como cuando era un niño de a deveras, pero se me ha ido olvidando su fisonomía conforme recuerdo más el logo de Coca-Cola, y temo cometer un error catastrófico en alguno de sus retratos.

Agradezco, de veras, la atención que pongan a esta cartita.


Atte.


LuMmo.


PD. Olvidaba platicarles: cuando no contaba más de tres años de vida, uno de mis tíos aseguró que los había visto, y lo hizo con tal convicción que al día de hoy no puedo menos que darles un consejo: cuidado, hay fisgones que se asoman desde la sala cuando ustedes pasan por las cocinas de mi pueblo natal, Lázaro Cárdenas, Mich.