¿Alguna vez has hecho el amor con el canto de una sirena?
Si no, lector de finos andares, estás perdiendo el tiempo repasando estas letras.
De la muerte no vuelve nadie, porque hay algo allí que imanta las almas, las vuelve suyas a punto tal en que de nada sirven los ruegos ni las lágrimas; el alma que se muere está más a gusto allá, y nosotros, los excluidos, lo intuímos. Ya está en un lugar mejor decimos, sin sospechar siquiera que, efectivamente, está en un lugar mejor.
Así el amor con un canto de sirena. Las caricias humedecen los oídos; los poros se inundan de promesas y se vuelven fuentes, y el aliento de brisa de tu sirena juega a matarte y darte vida intermitentemente. Estoy en un lugar mejor decimos, mientras el aire se nos va tornando risa, y la cadera de ella se vuelve marea indecisa, en un recorrido circular que deshace nuestros muslos de arena y nos obliga a callarnos y escuchar atentos, por no admitir hipnotizados, su gemir de diosa en celo.
-LuMmo.
Si no, lector de finos andares, estás perdiendo el tiempo repasando estas letras.
De la muerte no vuelve nadie, porque hay algo allí que imanta las almas, las vuelve suyas a punto tal en que de nada sirven los ruegos ni las lágrimas; el alma que se muere está más a gusto allá, y nosotros, los excluidos, lo intuímos. Ya está en un lugar mejor decimos, sin sospechar siquiera que, efectivamente, está en un lugar mejor.
Así el amor con un canto de sirena. Las caricias humedecen los oídos; los poros se inundan de promesas y se vuelven fuentes, y el aliento de brisa de tu sirena juega a matarte y darte vida intermitentemente. Estoy en un lugar mejor decimos, mientras el aire se nos va tornando risa, y la cadera de ella se vuelve marea indecisa, en un recorrido circular que deshace nuestros muslos de arena y nos obliga a callarnos y escuchar atentos, por no admitir hipnotizados, su gemir de diosa en celo.
-LuMmo.