Quien no sepa de este servidor de tres o cuatro años para acá, déjeme le cuento la erendirésica historia aquella en que la Red nos hizo varios regalos, todos envueltos en una caja cuya tarjeta sólo decía "Poetoidesía trademark".
Esto es: permítanme contarles la historia de Poetmex, versión 1.0, y desde la perspectiva de este camaleoncito que aún no acaba de jugar.
Comenzaba el tenso 2002 que habría de traernos el encanto de una nueva guerra sin pies ni cabeza, en el que la expresión "las Torres" seguía siendo dramática, y Corea y Japón prometían un mundial épico -que después habría de convertirse en un largo-largo bostezo-. Acá, en los íntimos entresijos de la convulsa Ciudad de México, el caos urbano bosquejaba una (otra) manera de entender la poesía.
Por aquellas épocas LuMmo no existía. Lufemol era un embrión flojeando en la matriz de su mamá (Poetmex), y su papá -Yomero- ni siquiera sospechaba su existencia. Había contracciones y dilatación para que el Mostro fuera parido entre algodón (sí: aquello era un castigo del Señor) y el Little Demiurgo socializaba con Ella y con otr@s álguienes, aunque todavía no terminaba de cambiarnos la voz.
El verbo era sencillo: compartir.
Y departir, ya que el gato andaba encarrerado. El chiste era asumir que la poesía se parece más a un pantalón de mezclilla que a un corbatín de moño.
Las invitaciones a ser parte del asunto fueron personales, me acuerdo. Arbitrariamente, confieso, aquellos cuyas letras me removían el cerebro, las tripas, el corazón o algún otro órgano interesante, fueron convidados a ser parte de la primera oleada de poetoides: un grupito de irreverentes de las letras, en el que Internet fuera un anzuelo común, y que, al paso del tiempo, habría de hacer suyo un rinconcito chilango. A saber: el parque Frida Kahlo, en Coyoacán.
Ahora mismo, mientras escribo esto, entré al grupo a checar su historia. Tenía mucho-mucho tiempo de no hacerlo. Aún no tomo, ni fumo, pero sigo sin hallar la tienda para comprar los cigarros tras los que prometí volver.
Pero lento, que apenas vamos arrancando.
La poesía siempre me fue ajena, como la mujer de otro. Me descalifico de antemano para emitir cualquier opinión sobre forma o fondo de lo escrito por otros. Sin embargo, la idea de arranque del proyectito fue el jugar a enriquecer las letras ajenas, y ser nutrido por prójimo que se animara a hacerla de palero o tirajitomates amateur. La dinámica era simple: uno lanzaba sus letras a un foro público; el pópulo, con antifaz y gorra de quedirán, comentaba sobre la forma, el fondo o las consecuencias de lo ahí expuesto. El poetoide en cuestión recibía comentarios y... pues ya.
(Yo casi siempre me animé al primer bando, el de los guayaberos, aunque debo admitir que no siempre dije todo lo que pensaba sobre lo que escribían otros... la neta, había escritos espantosos -y los de entonces no me dejarán mentir- que ni siquiera resultaban honestos, sino nomás un forzado intento por caer en gracia de los que ahí pululábamos.
Simón: ése es un juicio, pero pasa que, a varios años de distancia, ya no hace falta mentir)
Pero pasaba también que los cófrades a veces se aventaban unas cosas que llenaban el monitor completo. Im-pre-sio-nan-tes. Bastaba leer "Soy apenas intento de mito / como los ángeles cuando emigran..." de la Zapatita para entender que me estaba metiendo entre las patas de los caballos. "Cavamos con el cuerpo tumbas sobre la cama para estirar el tiempo inmóvil de sábanas, cobijas, almohada y un televisor que amortigua la herida con pequeñas dosis de tragedias lejanas.." decía un admirabilísimo Juanjo Junoy, y sus comentarios sencillos y quirúrgicos, contrastantes con la joya de sus metáforas, dejaban un indeleble caminito de migas de pan para seguir. Ella, por supuesto, brillaba ("distribuirte equitativa y ancestralmente entre mis muslos transparentes, abiertos por tus colores..." o "de tu voz deseo los pliegues ocultos / De tu voz los minerales instintos que te componen para mi cuerpo callado... suplicante.") como siempre lo hace. Lo iluminaba todo -que eso, para un tragaluz, es decir mucho-.
--- Fin de la primera parte---