¡Mira, un niño muerto!
-LuMmo.
28.9.07
De lo que se dice a veces en el jardín botánico.
19.9.07
De la vocación.
- Traidor.
Alrededor del patíbulo, todos escuchan la palabra que el metal cercenara.
La voz del asesino se ahoga el instante mismo en que es atravesada por la guillotina, y lo que hubo de ser un brillante homicida ahora se desprende en dos trozos de carne muerta e inofensiva. El cuerpo mutilado cae torpemente hacia atrás, como un títere liberado; la cabeza, ya con la mirada cristalizada, sacude la canasta entre los vítores y aplausos de la multitud, empapando de sangre el paño que la acoge.
Algunos eligen sublimar la palabra, y concluyen que el único posible destinatario de la sentencia es el déspota monarca que lo condenara. Otros, en su mística silenciosa, deciden que se refiere a su caprichoso Dios, quien le regalara sus glorias pasadas, y ahora lo tiene de rodillas y humillado frente a toda esa gentuza; los más mundanos, suponen que habla a alguien cuyo rostro se esconde entre el gentío, el mismo que lo entregara a sus captores y asesinos. La mayoría no presta atención a la palabra: están satisfechos con el espectáculo, y despejan la plaza contentos, seguros que se ha hecho justicia.
Sin embargo, sólo uno de ellos comprende la naturaleza sencilla e irónica de todo el asunto: el verdugo, callado por obligación, sabe que el único traidor es él mismo, quien abandonara al gremio para convertirse en un colega asalariado.
-LuMmo.
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