Pero el viajero sabe que hay tanto dogma en afirmar que Dios es falso como en aceptar ciegamente su divinidad: él necesita pruebas de lo saquen de una vez por todas de esa duda espiritual. De pronto, una idea: usará la máquina para conocer al hijo de Dios, al dios de carne, mirará de cerca sus milagros y sólo ahí tomará su decisión.
Así, con esperanza renovada, impetuoso y descuidado, el viajero reconfigura a toda prisa la máquina del tiempo y teclea en la pantalla "1 A. de C."; desea presenciar el nacimiento del Cristo mesías.
La máquina, aún imperfecta, interpreta la "C" como Creación, y lo transporta antes del más novísimo universo, al instante que antecedió al Big Bang.
El viajero, sin quererlo, ha salido de la burbuja de la realidad; yace perplejo en la nada atemporal. No hay luz ni oscuridad, no hay espacio, no existe la existencia. Sin intención, el viajero ha escapado a toda posible ley.
Súbitamente, el viajero lo entiende: es su turno de convertirse en Dios.
-LuMmo