19.5.08

De las presas olvidadas.

Ya no te tengo miedo, nena,
pero no puedo seguirte en tu viaje...
- Princesa, Sabina.

Sucede a veces, casi siempre de madrugada. Releo tus letras más por religión que por desacato, y termino casi siempre con la garganta anudada y un desconcierto por muleta.

Lo que dices, lo que sé que no, lo que engrana mi universo y lo que irremediablemente se me escapa, las plumas que dejas tiradas; todo. Siempre es igual: ¿Dónde está el misterio?

Anoche mismo, mientras jugaba a la vida, caí en una de tus trampas. Nada mortal; era más bien una sutil, sencilla, piadosa. La crueldad casi siempre te fue ajena. Cuando estábamos juntos, era facil eludir tus trampas; tan fácil que nunca hizo falta intentarlo.

Algunas madrugadas, cuando elijo dormir poco, caigo en alguna de ellas por el puro placer de sentirme vivo, de tener historias para los nietos, de recordar que también hubo un día en que pertenecí.
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PD. Hoy me lo dijeron: es cinismo con bisutería.