31.10.07

... de un tiro." -Segunda y última parte.

"Hijos de puta. Cumplieron"

Cuando se encendieron las luces, y era obvio que el cuarto regreso a escenario había sido el último, fue lo único que acerté a pensar.

Por supuesto, si en mis manos hubiera estado, el nunca malo quinto regreso habría sido nomás el prolegómeno de otros setenta. Bien habría valido la pena deshilar la noche cobrando todos los pendientes que tenían las desvencijadas gargantas de aquellos individuos con este servidor.

Vea usted esto, estimad@ lector(a) de este juguete: En esta esquina, con un vibrato exagerado y una vejez cálida y centelleante, Joan Manuel Serrat!... y en esta otra, con la voz arrugada y portando orgulloso los tatuajes de un pasado bucanero, Joaquín Sabina!


El alucine empieza sonorizado con ambulancias: el anuncio de que Sabina y Serrat desaparecieron un rato y están siendo transportados en ambulancia; por tanto, el concierto se suspende. Es entonces que el ulular se apaga con los primeros compases de un híbrido entre Ocupen su localidad y Hoy puede ser un gran día. A partir de ese momento y hasta las tres horas posteriores, no hay descanso. No al menos para un raro como yo, rodeado de almasviejas que gozan cada jodida palabra dicha, escrita, cantada u omitida por cualquiera de estos dos (bien diría el Joaco) 'cabrones gachupines'. Los placeres van desde los chistes compartidos olvidados a media hechura, las voces enmohecidas o lijadas a fuerza de whisky (sin soda), las canciones con las etiquetas despegadas, las guitarras exquisitas, la compañía, la memoria espoloneada por todos lados... ya el Poema de amor como los Peces de ciudad, o la Lucía que yo conocí disfrazado de alguien más, abrían las coladeras y sacaban del drenaje sus respectivas historias.


De ahí al mentado cuarto regreso, las palabras sobran: Y sin embargo... en Serrat, No hago otra cosa que pensar en ti en Sabina, Contigo en Serrat, Señora en Sabina... y Enemil diafragmas entonando a coro que nacieron en el Mediterráneo, y compartiendo más de cien mentiras que valen la pena.


Las 'ahuevo': Penélope, Y nos dieron las diez, Cantares, Calle melancolía, Aquellas pequeñas cosas, Barbi superstar...


Las sorpresas: Para la libertad, Corre dijo la tortuga, Algo personal, Aves de paso, Tu nombre me sabe a hierba...


Mis deudas personales: Benito, La canción más hermosa del mundo, El sur también existe, Con la frente marchita, Vencidos, Torre de Babel, Piel de manzana, Esta boca es mía, Sinceramente tuyo, La canción de las noches perdidas y el romancito de Curro el Palmo... entre otras muchas.


En resumidas cuentas, un conciertazo el que ahora les presumo. Definitivamente: a estos dos, el mundo les queda chico.

-LuMmo.

29.10.07

De los números en cuenta regresiva.

Solo los vivos no le temen a la muerte. Al resto no nos queda más que cuidarnos de las historias de espantos y las dagas malintencionadas.
Sabes..? Pensaba hoy algo importante, como todo lo que debería pensar y nunca hago:
Si muero mañana, tú lo sabes de primera fuente, me quedo con facturas pendientes. Viajes, historias, palabras, personas, amores, banderas... destino, desidia y miedo mediante, mi balance general se escribe en números rojos y letra de molde. El síndrome de abandono, como tú lo llamas, es un juego al que me gusta recurrir cada vez que el mundo cambia de color.
-Y mi escala cromática anda vuelta loca.-
A ti y a mí esa escala siempre nos vino guanga. Jugamos a recortarla por cachitos y decorar con ella nuestro edencito privado. Sin embargo, ahora que nos llovió en el jardín, y que no hubo más remedio que correr cada quien a su refugio, toca evaluar lo que se mojó en el tendedero.
Paracaídas parecidos a promesas, juramentos de plástico hechos en la última mesa de un antro, o una caja verde repleta de lápices de labios se asoman entre los recuerdos que no tuvimos, aunque eso mismo los disfrace de inolvidables. Las envolturas de los cuentos que no contaste o los buitres silbando las canciones que no canté, son tatuajes de quemaduras en los brazos que no fuimos, en la espalda que cada vez me es más ajena.
Y sin embargo, no hay segundo que no se ilumine de tu voz de tormenta y lluvia calma.
Recién me hacías una pregunta que no entendí, y aún así respondí como el soberbio que me jacto de ser.
Mi respuesta no cambia, pero su intención se dulcifica: hemos sido lo que debimos ser.
Mi gracias es pequeño. No llena la luna entera, pero busqué que la media luna que sí abarca tuviera rigurosa forma de sonrisa, y lo he logrado.
Sé feliz.

-LuMmo.

PD. Y responde el teléfono alguna vez.

Desde la vitrina.

Desde la vitrina, la mariposa entiende. Junto a ella yacen los cadáveres crucificados de otros ejemplares, razas distintas de su misma especie. Mira a los lados sin esperar mayor milagro; ya tuvo tiempo antes, en el frasco, de horrorizarse y aletear desesperada. Ahora está agotada, y sus alas ya están fijas a los costados. Asume su destino resignada, y no le queda más que la absurda esperanza de ostentar el puesto de mejor pieza, mientras va sintiendo entre las alas la presión que le arrancará la vida por el pecho.

-LuMmo.

23.10.07

De los vecinos.

Recién ayer platicaba, café mediante, con Don Segismundo el de los libros. Llegué a su casa como a las seis de la tarde y ya tenía listo el doblexpresso y su purito apestoso, y leía algo que seguramente yo no entendería, y muy probablemente él tampoco. Lo saludé sin reverencias, porque siempre le cayeron mal los lamecuellos, y la verdad es que tampoco creo que sea tan importante como para hacerle tanta caravana. En eso él y yo siempre estuvimos de acuerdo.

En cuanto entré a su casita armada, dejó el libro al lado y se burló de mí. Ya me voy acostumbrando, porque puede llegar a ser mordaz cuando lee algo de 'ese jipi francés'. Córtate ese pelo, Roxanne me dijo, y yo obediente como soy: No y no me jodas.

Siempre ha odiado que lo tutee.

Lo primero que hizo fue recordarme aquel día en que conocimos al tipo que mató a hachazos a la mamá y a la sirvienta, ¿te acuerdas? Ese cabrón sí estaba mal. ¿Cuál? ¿El que odiaba a los cubanos? Sí, ese. Sí, estaba bien dañado, dije. Dejé correr unos segundos, y sólo acerté a disparar ¿Y por qué las mató, Don Segismundo? Él nomás puso cara de obvio: psicosis edípica, my donkey padawan, pero no dijo nada. Bueno, sí dijo: ¿Por qué crees tú que las mató? Y yo pensé ya vamos a empezar con la jodida mayéutica. No lo sé. Supongo que estaba loco.

Se metió el purito apestoso a la boca, y ambos supimos que no era el momento. Sonrió y yo preferí cambiar el tema, así que giré la página. Me encontré con algo más común aunque menos mundano que un paranoico homicida: Oiga, Don Segismundo, fíjese que hay un niño que está haciendo escarnios entre sus compañeritos de preescolar...

A Don Segismundo el de los libros, los problemas terrenales lo apasionan casi tanto como ponerse los calcetines.

¿Y qué quieres que yo haga? Nada. Era solo para hacer conversación. De nuevo, ambos supimos que yo mentía. Lo que quería que le abriera la cabeza a ese niño como si se tratase de una nuez, y diseccionara cada centímetro de su retorcido cerebrito hasta hacerse de las conclusiones más geniales, mismas que tuviera la decencia de vaciar en un informito que él mismo se prestara a leer y explicar para mi escaso entendimiento. Y de preferencia, si no es mucha molestia gracias, la gentil sugerencia de un tratamiento adecuado para este juditas empañalado...

-No voy a hacer tu trabajo, güevón.

Y entonces recordé por qué estaba yo allí: oiga, Don Segismundo, una molestia: ando buscando entre los conocidos un tótem o, cuando menos, un diván que le sobre, porque ando con un sueño atravesado, y ya fui con Doña Frida y con la señora Remedios, la de la botica, pero nomás me lo enredaron más. ¿Será que me tenga ese detalle?

- A ver, espérame...


-LuMmo.

15.10.07

De la mediocridad.

La mierda de todo es que el mundo sigue avanzando.
No esperaría que se detuviera para dejarnos bajar a tomar aire o qué se yo estirar las piernas. Apenas que redujera la velocidad un poco para dejarnos sacar la cabeza por la ventanilla a vomitar el silencio acorazado, pero ni eso complace. ¿Dónde queda la esperanza, cuando somos breves, como silbidos?. Nos desprendemos de nosotros y nos damos ánimos de esto también pasará cuando el gris es absoluto, y lo único compartido son los llantos de los niños.
Lo divertido sería aprender el arte de la cuerda floja, y caminar tambaleante sobre los musgos y su descendencia.


-LuMmo.