El veintiocho de abril del noventaynueve, mi abuelo andaba en Zihuatanejo. Pasó a saludar a los inquilinos, a ver como estaban sus plantas. Cruzó un par de palabras, nada serio: "Maestro, cómo ha estado?" le dijeron; "Bien. Deja, no te levantes" respondió. Entró a la cocina y no lo vieron salir.
Ese mismo día, a seiscientos kilómetros de distancia, mi abuelo estaba muriendo. Complicaciones de la diabetes que lo mantuvieron postrado a una cama los últimos meses de su vida.
Ese mismo día, a seiscientos kilómetros de distancia, mi abuelo estaba muriendo. Complicaciones de la diabetes que lo mantuvieron postrado a una cama los últimos meses de su vida.
Así era el abuelo. 'Descansar haciendo adobes', decía. Hasta muerto tenía cosas que hacer.
Un cabrón, el viejo; y un buen hombre: don Nati era un cabrón adorable, sabio y divertido: bueno.
Una vez, un par de años después de morir, mi abuelo tuvo el detalle de venir a despedirse. Ya les digo: era un buen hombre. Era un gran hombre, sí, pero también era un buen hombre. Me sorprendó dormido, así que decidió dejarme dormir y colárseme por uno de los párpados en forma de sueño. Me dejó abrazarlo por última vez, y luego se llevó su imagen a otra parte, a donde ya no lo he visto desde entonces.
Maestro de profesión, de vocación profesor. Antes de que Ixtapa se conviertiera en el pedacito de plástico que es hoy, había ahí un palmar. Huertas, en realidad, y el centro importante no era Ixtapa, sino Zihuatanejo, el pueblito que ahora ha quedado relegado a la condición de pintoresco. Ahí vivió don Nati más de cuarenta años. Muchos de ellos, dando clases de sexto de primaria. 'Agárralos pollos'. Popular sin quererlo, fue el maestro del pueblo. Contrapeso del cura, del militar, del político. Voz de mando, razón en mano. Respetado por el pueblo entero, querido por sus niños, consultado por caciques y gobernadores, regañado por la bisabuela, amado por la abuela, admirado por los hijos y recordado por nosotros.
Recio y juguetón a una vez, no era difícil imaginarlo montado a caballo con su sombrero calentano, ni haciendo de caballito a cualquiera de nosotros, los nietos. Fue él quien nos dio un machete la primera vez, y sacrificó algunos troncos para que aprendiéramos a usarlo sin rebanarnos una pata. Odiaba que me pidiera ayudarle a regar sus plantas a las siete de la mañana, pero mataría por hacerlo una vez más.
- "El hobbie de tu abuelo eran las mujeres... y la verdad era muy bueno" me dijo la abuela hace poco. ¿Ves? es cosa de familia. No es que sea yo muy bueno en el hobbie, pero no me puedes culpar por intentarlo. ¡Está en mi código genético!
Hace unos días alguien me dijo "Si tu abuelo viera en lo que te estás convirtiendo, estaría orgullosísimo". No lo sé, pero quiero creerlo. Y si no lo estuviera, tampoco importa mucho: con saber que estuvo ahí, que formé parte de su vida, me doy por bien servido.
- LuMmo (Vega).
1 comentario:
Un secreto dicho al oído: mi abuelo paterno fue profesor de primaria, en Guerrero, en zona fural, a salto de mata. Murió cuando mi padre era muy niño (cuenta la leyenda que fue "exceso de plomo" en un pueblo, por profe y revoltoso). Ahora leo sobre tu abuelo y quiero imaginar así al mío...
Un saludo, gracias por pasar por "El altar...". Bienvenido cuando quieras volver.
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