Le pedí no hablar del olvido. Por favor, le dije; sólo hoy. A ella le pareció bien el cambio.
Rondamos otros temas, muchos; cada uno más inerte que el anterior. Al final nos dimos cuenta: no había nada que decir. Lentamente surgió el olvido, y nos descubrimos de vuelta en casa. Mutua bienvenida; los olores familiares despistaban al azar.
Éramos nosotros
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